Rito sin protocolos, el legado de John Cage
Lo que requerimos es silencio;
pero lo que requiere el silencio es que yo siga hablando.
J. Cage
A mediados de 1951, en pleno boom del action-painting, Robert Rauschenberg exhibió sus cuadros blancos, la ya famosa serie de paneles absolutamente desprovistos de trazo o color, esos lienzos preparados que no son otra cosa que eso, pinturas sin pintura donde la única forma discernible es la reflejada por el espectador. Sin duda, una de las tomaduras de pelo más exquisitas del siglo XX.
Como dice Jodorowsky, producir un escándalo en esta sociedad escandalosa es lo más difícil del mundo. Así, un año después de la puntada de Rauschenberg, John Cage estrenó su 4'33" en una función a beneficio del arte contemporáneo. Como su nombre lo indica, la pieza está compuesta de cuatro minutos y treintaitrés segundos en los que el ejecutante, por lo general un pianista, "interpreta" tres movimientos de completo silencio. La teatralidad es parte fundamental de la obra, por lo anterior el solista debe situarse frente al instrumento, sentarse y, en el colmo de la solemnidad, abrir la partitura compuesta totalmente de notas fantasma.
Sobra decir que el debut de 4'33" causó alboroto y repudio. Cuando el pianista cerró la partitura y se paró para indicar que la pieza había concluido, el público estalló... colérico. La audiencia, compuesta en su mayoría por artistas avant garde del momento, consideró que Cage "había ido muy lejos". En palabras del autor: "La gente comenzó a murmurarse cosas, algunos incluso se empezaron a ir. No se rieron, estaban verdaderamente furiosos cuando se dieron cuenta de que nada iba a suceder. Han pasado treinta años y no lo han podido olvidar, todavía siguen enojados."
Los que en un principio lo tacharon de charlatán o fraudulento, tuvieron que comerse sus palabras. El pensamiento radical de John Cage fomentó movimientos y tendencias, sus ideas revolucionaron el teatro, danza, poesía, pintura y cine. Durante los ochenta, por ejemplo, la influencia de Cage se vio reflejada en muchas de las cabriolas culturales de la década: el nacimiento del rock independiente, el rejuvenecimiento del arte conceptual, la recuperación del lenguaje poético y el auge de los sintetizadores. Nadie como él entendió la importancia de la palabra "multimedia".
Cage escribió cerca de 300 obras musicales, en las que abarcó todos los géneros habidos y por haber; incluso algunos de su invención. Por sus venas siempre corrió el tempo, el beat, la originalidad. A los ocho años tomó sus primeras lecciones de piano, con su tía. Estaba predeterminado: antes de ser el alumno consentido de Arnold Schoenberg, estudió con Richard Buhlig y, después, en Nueva York, con uno de los compositores estadounidenses más reconocidos, Henry Cowell.
Enamorado de las percusiones, desarrolló el "piano preparado" al ponerle a las cuerdas de este instrumento cachivaches de cocina. Al decir que "un ruido no tiene que ser por fuerza ruidoso" explotó una nueva forma de escribir y tocar un instrumento. Como una alternativa al piano, preparado o normal, el artista también compuso unas cuantas obras para pianos de ¡juguete! Cage siempre buscó su propio universo musical a través de un puñado de pequeñas notas.
John Cage fue un compositor genial, pero no hay que olvidar sus facetas como teórico, artista visual, (anti)esteta, escritor, poeta, micólogo y hasta cocinero. Un artista múltiple (polyartist) que se codeó con personalidades de la talla de Merce Cunningham, Marcel Duchamp, Jasper Johns y Marshall McLuhan.
Cage convirtió el ajedrez y budismo zen en métrica. Enseñó composición musical mientras llevaba a sus alumnos a recolectar hongos. Escribió lecturas para que fueran performances y estructuró sus escritos como lo haría con bemoles en un pautado. Para este artista californiano, todo sonido -de cualquier fuente sonora- es material apropiado para hacer música. "¿Qué es más musical: un camión pasando por una fábrica o uno pasando por una escuela de música?"
Cage nos enseñó a escapar de la conveniencia, a prestar atención a los detalles mundanos de la vida diaria. Lo hizo con un sentido del humor muy cercano al Dada. Al igual que Duchamp y Warhol, el creador del piano preparado, que sabía que el silencio es tan imposible como el cero, nos abrió los ojos -mejor dicho- nos destapó lo oídos para apreciar lo "intangible" a nuestro rededor.
La única posibilidad de escandalizar es tratar por todos los medios de guardar silencio. John Cage murió el 12 de agosto de 1992. En su memoria, pidamos 4'33" de estruendo silente. Shhhhh...