El diario digital de Natacha Merrit
Mi trabajo siempre va a la cama conmigo.
N. M.
LOGIN: La niña perversa que le restriega al mundo su papanicolau, la nena viciosa que inauguró el amor con un dildo de 9 pulgadas y media, la pequeña mesalina que no pierde la oportunidad de acariciarse el fórnix cada vez que se enjabona la rabadilla, la taimada criatura y su cámara digital llena de apretujones, besos, labios y labios y enemas.
PASSWORD: Natacha Merrit.
Cuenta Eric Kroll –ese gran fetichista gringo– que un día mientras exploraba la Web en busca de novedades bizarras, su mouse se encontró, casi por equivocación, con unas fotos verdaderamente poderosas, amenazantes. Las imágenes en cuestión estaban firmadas por Natacha Merrit, una completa desconocida para la escena bondage. Kroll se puso en contacto y ella, incrédula, accedió a visitarlo (si hay algo que admirarle a este patán de la lente es su buen ojo para descubrir las perlas que flotan sobre el chiquero).
A los poco días Natacha Merrit llamó a la puerta del estudio, jamás había oído el nombre de Eric Kroll y mucho menos se imaginaba que éste fuera una de las figuras más importantes de mundillo fetish norteamericano. De ese primer encuentro, Kroll recuerda a una mujer provocativa muy joven, por poco adolescente, vestida con un traje negro y con una laptop bajo el brazo. También memora la forma cachonda con la que ésta caminó, se sentó, cruzó las piernas y abrió la portátil para enseñarle su trabajo: era un slide show que mostraba cómo la propia fotógrafa engullía desfachatadamente un artefacto masculino de alto calibre.
Eric Kroll quedó encantado, la procacidad de la pequeña Merrit lo dejó sin palabras (y vaya que se necesita algo excepcionalmente lascivo para tacklear detrás de la línea al Joe Montana de la perversión). Pronto se hicieron amigos y Kroll se convirtió en una especie de tutor. Él asegura que, la verdad, no tuvo mucho que enseñar, por eso se limitó a sugerirle temas, encuadres y modelos S/M para incorporarlos a su trabajo. También la presentó con Benedikt Taschen, ese monopolista de lo erótico. El resultado: Digital Diaries, que al día de hoy es todo un best seller para el emporio editorial.
La obra de Natacha Merrit atrapa, pero no sólo por su autenticidad y narcisismo, también por los métodos empleados para exprimir la sensualidad. Su cámara digital jamás se preocupa por la luz, mucho menos por las emulsiones. El grano se vuelve pixel y así, en bits, descuartiza el lenguaje de los pujidos hasta convertirlo en un espejo, a veces límpido, a veces turbio.
El quid de Natacha: Capturar el momento del orgasmo.
Su inexperiencia es frescura, pecado fresco. El proceso de revelado la tiene sin cuidado; el Kodachrome y Ektachrome le importan un ovario; nunca ha visto el trabajo de Cindy Sherman u otras fotógrafas norteamericanas; hasta su encuentro con Kroll, no sabía de la existencia de Taschen. Natacha Merrit nació digital, pertenece a la cultura del download, las categorías de su mundo terminan en jpg o tiff, y cuando le dicen vamos al cuarto obscuro le da click al Adobe Photoshop no sin antes quitarse las bragas.
El tema central de Natacha Merrit es ella misma, el autorretrato es un juego de posesión inherente a su espíritu. Usa la cámara para bucear en su ego y autosatisfacerse. Su diario digital es una apología de su femineidad a la que a veces acompaña con otro cuerpo, el que sea, si hombre bien, si mujer también. Juguetea con pezones, inflama bolsas escrotales, lo mismo le da. Es la chica del nuevo siglo y ve al mundo, sin tapujos, a través del cristal líquido.
La intimidad ginecológica de sus imágenes va en contra de la fotografía clásica. Gusta renegar de la quietud, de las poses, de las modelos profesionales, de lo maniquí. Sus fotos son únicas gracias a su peculiar estilo INYOURFACE, que no es otra cosa que acercamientos dolosos, ángulos de inclinación suspicaces y contrapicadas para maximizar el tamaño de la genitalia, así como lo hace el cine porno de calidad. Merrit apunta en su diario: “Mis frenos internos desaparecen para la cámara. La química humana es un truco. El amor es un accesorio que le da fuerza a la imagen. Mis modelos, hombres y mujeres, poco a poco se vuelve familiares, intrincados, tangibles. Todos los que no cooperan son eliminados... así, simultáneamente con mi deseo de intimar, necesito fotografiar el momento."
Su trabajo documenta, digitalmente, su vida sexual. Impredecible, espontánea, Merrit utiliza hoteles de paso como escenarios ideales para consumar sus fantasías inglesas (de ingles): espejos de baño, excusados y tinas son sus únicos props para remarcar la sensación de que no hay nada calculado, estudiado.
Californiana pero aclimatada en Nueva York, esta shaved pussy lover de 22 años nos entrega un diario íntimo con sogas y látex. Si algún término describiera su obra ese sería “nonfiction”. Para ella la fotografía no es un arte, es otra cosa, es –quizá– la posibilidad de decir que es una mujer a la que le encanta felar o cunnilinguar sin tapujos, sin pelos en la lengua.
Bienvenidos, peeping Toms, al muy privado viaje sexual de la chica del Siglo XXI. Preparen esa glory hole cam y vámonos antes de que el disco se nos ponga más duro.
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